Y entonces yo me di cuenta que no le estaba diciéndo nada en el fondo.
Que todas las rayas que yo estaba escribiendo sobre su cara, se las sacudía como si mis palabras fuesen las moscas de su casa.
Un ultrasonido que ni lo tocaba.
Mi voz fome formó un puente que me dejó al otro lado del río.
Y me tiró una piedra antes de salir corriendo para perderse en el forraje.
Fue el vale absoluto, amigo.
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