domingo, 2 de setembro de 2007
A ratos voy cerrando los ojos, y la noche se vuelve más noche para yacer de espaldas.
¿De qué me vale saber tanto o más que antes? Si acaso cuanto yo daría ahora por ser un poco menos sucia, algo más ignorante. Y plagiar los dolores de otros verdaderos sufrideros, que hoy comparten conmigo tristes historias originales.
De la cabeza van pendiendo siempre, dos piernas blancas. Firmes. Dulcemente mástiles, tiernamente magas.
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